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Mensaje del director

El Instituto Latinoamericano de la Comunicación Educativa (ILCE) es un organismo internacional ciertamente sui generis, en el sentido de que cuenta con dos de las modalidades más importantes de toda sociedad industrial moderna para la generación y difusión de cualquier tipo de conocimiento: la modalidad audiovisual y la académico-educativa, lo que supone que cuenta con un potencial extraordinario y tiene una responsabilidad grandísima para incidir en el proceso general de formación de ciudadanos, que según Alfonso Reyes debe darse con la finalidad de hacerlos libres, racionales y buenos, que es como definió en su Cartilla moral de 1944 el sentido de la educación diciéndonos que el hombre debe educarse para el bien, que en Platón se conecta con la sabiduría y la educación (pues al mal se llega por ignorancia), y en el cristianismo con la caridad y la redención (pues al mal se llega por inclinación).

En el origen del ILCE, allá por la década de los 50 del siglo pasado, se puede percibir con toda claridad el impulso de Jaime Torres Bodet a partir del cual, y desde entonces, se ha dedicado efectivamente a la generación, promoción y difusión de contenidos culturales y educativos tanto audiovisuales (Radio y Televisión) como propiamente académicos y formativos (Programas Educativos, Formación continua y Certificación).

En la gestión que desde el 1 de abril de 2025 encabezo, queremos darle al ILCE un impulso nuevo mediante el que, partiendo de toda la experiencia y esfuerzos acumulados durante décadas, nos sea posible prestarle una atención especial y necesaria a las cuestiones vinculadas con la ciencia y la tecnología en su intersección con las humanidades y la filosofía en un sentido solidario del que José Vasconcelos planteó en su libro De Robinsón a Odiseo de 1935, según el cual no basta con la formación técnica y pragmática (Robinson Crusoe) de los educandos, necesaria sin duda pero no suficiente: hace falta tener una visión totalizadora y con profundidad histórica (lo que él llamó el totalismo clásico que simbolizó con el Odiseo homérico) para que al alumno se le proyecte la promesa de un destino radiante que lo afirme como ciudadano histórico con confianza en sí mismo y en su país, así como con un gusto por la belleza y un sentido de responsabilidad política en un sentido clásico como el de la severidad romana de las virtudes públicas exigidas a los gobernantes para edificar entonces, a partir de ahí, una forma de estar en el mundo firme, estable, consciente y racional además de históricamente apasionada, anclada estoicamente en el mundo, según quería también Antonio Gramsci tal como se lo explicó a su hijo Delio en una de sus emotivas Cartas de la cárcel.

Las posibilidades que a estos efectos brinda el español como lengua común hispanoamericana hace del ILCE una plataforma de coordinación de rango continental que, así como ocurre con el bello proyecto del Fondo de Cultura Económica, institución en la que hemos de inspirarnos en más de un sentido, contribuya a la consolidación de nuestras soberanías así como a la maduración consciente de una misma historia, una misma identidad, una misma sintonía y una sola unidad de nuestros pueblos y naciones entendidos como partes de un mismo todo en el sentido señalado por Simón Bolívar cuando dijo que “lo común de nuestros pueblos es lo que nos hermana, y lo que nos hermana, nos une”.

Tal es la visión integral y el sello que le queremos dar a todo lo que hagamos en el ILCE, y tal la vocación americana fundamental que, desde México, queremos enriquecer y proyectar, en definitiva, para el mundo.

Ismael Carvallo Robledo